Qué hacer cuando tu hijo se enoja mucho

Ya van aproximadamente 10 días de vacaciones de Navidad, ambas niñas sin ir al colegio y la guardería. Con cada día que pasa, he notado que sus peleas y discusiones se han vuelto más frecuentes al tener tanto tiempo libre y tantas horas seguidas de convivencia en el mismo espacio. Paulatinamente ha ido incrementando la tensión.

Hoy se produjo la pelea más fuerte hasta la fecha. Esta ya fue la gota que derramó el vaso de Mimi, la mayor. Mandy, la pequeña, tiene casi tres años, y de acuerdo con su edad tiene tendencia a berrinches y a expresar sus emociones dramáticamente… adorables risas cuando está feliz, pero llantos y gritos espeluznantes cuando está disgustada.

El detonante de la bomba atómica de hoy fue una maraca. Mimi tenía una maraca que era roja y azul, Mandy tenía una maraca roja. Al notar la pequeña diferencia, como es su naturaleza de hermana menor, Mandy quería la maraca roja y azul, y al no conseguirla, se puso a llorar.

Muchas veces es más sencillo buscar darle lo que quiere que aguantar los chillidos que acompañan el berrinche, y mientras que puede ser lo más fácil, no es lo correcto. Le insistieron a Mimi que le cediera su maraca de dos colores a su hermana menor. Al tener que ceder su maraca, la mayor se sintió derrotada y muy, pero muy molesta. Vino a buscarme llorando, diciendo que su hermana era la peor de todas, que era mala.

Hacía mucho tiempo que no la veía así de molesta. 

Lo primero que hice fue reconocer su rabia y decirle que entendía porqué se sentía así. Ciertamente, no era una emoción infundada. 

Quería ayudarla a canalizar esa ira. Porque la verdad es que cuando una emoción tan fuerte se apodera de nosotros, la capacidad de razonar desaparece.

¿Cómo regular el enojo en los niños?

¿Cómo ayudo a mi hija de 7 años a canalizar su rabia sanamente?

Es la pregunta que rondaba incesante por mi mente mientras la escuchaba desahogarse.

Allí en su habitación vio su arco y flechas de juguete.

¡Ajá! Quizás puede drenar la furia disparando las flechas a los peluches en una mesa, como hacemos cuando está practicando su puntería.

Ella no quería hacer eso, quería dispararle la flecha a su hermana.

Naturalmente ese no es un desahogo sano y no lo puedo permitir.

Entonces apuntó la flecha hacia mí, porque yo no le permitía liberar su rabia de la manera que ella quería…

Afortunadamente, ante mi tono de voz firme pero compasivo -Por favor no me apuntes con la flecha-. Ella bajó su arma de juguete.

Lágrimas frustradas corrían nuevamente por sus mejillas. Ofrecí consolarla con un abrazo, pero no quería nada de eso. Estaba en estado de ánimo frustrado, agresivo y violento que no podía sacar más allá de sus palabras y sus lágrimas.

¿Cómo ayudo a mi hija de 7 años a canalizar su rabia sanamente? Me pregunto otra vez.

Una de las mejores acciones que puedes hacer cuando estás molesto es hacer deporte. Pero dado que eran las 8 de la noche, aquí es invierno, ya el frío de la noche no permitía sacarla a caminar o correr. Así que drenar su rabia haciendo deporte no era una opción viable.

¿Qué hago? ¿Qué hago?

Fui con ella a la cocina. Todo este tiempo su hermana estaba con su abuela en la sala de estar. Estaba evitando que tuviera contacto con su hermana porque al verla se avivaría aún más su furia.

Nos sentamos en la cocina y busqué videos de niñas enfadadas en YouTube. No encontré nada que me fuese útil. Vimos un pequeño video animado de cómo mantener la calma cuando te enfadas con un pequeño cactus animado, pero era algo muy lindo y no conectaba con el estado de ánimo de Mimi…

Entonces me acordé de un programa donde ves niños y niñas que realmente son violentos y agresivos. El programa de Supernanny. La Niñera inglesa que hace programas donde ayuda a familias a sanar las dinámicas disfuncionales que tienen.

Empezamos a ver este episodio que encontré al azar en YouTube.

Un matrimonio con cuatro hijos pequeños de 2, 4, 7 y 9 años.

Las escenas donde ves a la hermana mayor golpeando a sus hermanos menores me dejó los pelos de punta, pero fue exactamente lo que Mimi necesitaba ver. Quería ver violencia porque ella se sentía violenta. Algo que no es típico en ella, ya que su naturaleza es una niña muy dulce y particularmente paciente con su hermana menor. Pero hasta al más bueno se le acaba la paciencia en algún momento.

Las dos veíamos asombradas la manera tan agresiva como se trataban estos hermanos. Y cuando peleaban, la mamá y/o el papá no hacían nada. Los dejaban “resolver” sus problemas a su manera. 

Yo no soy psicóloga infantil, pero creo que los niños y las niñas son la encarnación del ser humano en su estado más puro. Sus emociones son intensas y sus habilidades de razonamiento se desarrollan en base a su entorno. Si los dejas actuar libremente, sin ningún tipo de guía, los instintos primitivos son los que gobiernan y no siempre son los mejores para una resolución sana de un conflicto.

Mientras veíamos el episodio, Mimi seguía desahogándose con sus palabras. Veía como la niña mayor se agarraba de los pelos con el hermano menor, y reflexionó: Yo nunca le haría daño así a mi hermana, pero aún creo que es una tonta.

En el artículo ¿Por qué son importantes nuestros nombres? comparto cómo las palabras dichas por personas importantes para nosotros se quedan grabadas en nuestra mente y llegan a formar parte de nuestra identidad. Por esta razón, en casa no permitimos que las niñas se insulten. Particularmente la mayor, que es naturalmente más elocuente que su hermana de tres años, le corrijo cuando se molesta y le dice a Mandy que “es mala”. 

Ella no es mala, se está portando mal, y la obligo a retractarse y a expresarse de esa manera.

En esta instancia que no estaba su hermana presente y se estaba desahogando conmigo, ella no quería corregir su forma de expresarse. 

Decidí pausar el video y cambiar de actividad. Al menos ya no estaba furiosa, se estaba calmando.

Saqué mi olla más grande y cogí un bote de espuma de afeitar.

Había leído de esta actividad que hizo un profesor en una colegio con pasta de dientes y siempre me pareció una analogía muy sabia que algún día quisiera implementar.

Batí el bote y se lo entregué a Mimi. -Vacía esto en la olla -le dije.

Apretó la parte de arriba del bote y por primera vez desde la pelea sonrió. Empezó a vaciar la blanca espuma en la olla. Hablaba emocionada y se reía, le pareció algo muy divertido llenar esta gran olla con la espuma blanca. 

Mandy escuchaba el alboroto y vino a la cocina. Al ver lo que hacía su hermana mayor dijo “Mimi, yo también. Yo también quiero!”

Me giré y le dije “Primero, creo que necesitas pedirle disculpas a tu hermana mayor”.

“Disculpa Mimi”

Y lo mejor vino después. Mimi le dijo “Disculpa Mandy”. La mayor ya se había calmado y se sintió mal por todas las cosas feas que había deseado decirle y hacerle a su hermana menor.

Las dos niñas se abrazaron y procedieron a llenar la olla de espuma de afeitar.

Ya con la olla medio llena, dejaron de lado el envase y se pusieron a jugar con la espuma.

¡Les encantaba hacer un pringue! Y la verdad es que descubrí con eso que hacer un desastre y llenarte la cara y la ropa con espuma de afeitar es una actividad más limpia que jugar con slime. La textura es muy agradable y divertida aplastar entre los dedos.

Aproveché los buenos ánimos para concluir el ejercicio de la analogía.

Le dije a Mimi que ahora debía devolver la espuma de afeitar a su envase.

Ella se encogió de hombros como si eso iba a ser algo sencillo.

-¿Me das una cucharita? -preguntó.

-Claro.

Les di una cuchara a cada una y hasta le quité el dispensador al envase.

Debajo del dispensador hay apenas un pequeño tubito por donde sale la espuma. Lo cubrieron con la espuma, pero por más que intentaban no lograban meterlo nuevamente en el envase.

-¿Se puede meter o no se puede volver a meter la espuma en el envase? -pregunté.

-No mamá, es imposible.

-Bueno mi amor, lo mismo pasa cuando decimos o hacemos cosas hirientes a otra persona. Hay palabras y actos que una vez que salen de nosotros, no podemos devolverlos. Y si te das permiso de ofender a alguien o lastimarla, cada vez que sale, saldrá mucho más.

Me miró con cara pensativa, -Vale. ¿Podemos seguir jugando con la espuma?

-Claro que sí.

Y allí pasamos un buen rato, disfrutando el desastre que hicimos en la mesa de la cocina, felizmente habiendo limpiado el “desastre emocional” que se había experimentado en el interior.

Comparto esta experiencia con la esperanza que sea algo útil para quien lo encuentre y lo lea.

El tema de la salud en todas sus facetas es algo que me apasiona; y compartir información al respecto, bien sea vivencias personales o artículos de otras personas en la materia, es algo que considero importante y útil.

Gracias por leer, espero que este post haya contribuido a tu bienestar.

Verena K. Biermeyer